El desarrollo de la financiación verde comienza a verse como algo imparable, tanto por el atractivo de esta fórmula para los emisores como por la creciente demanda que experimenta por parte de los inversores, más aún desde la firma del Acuerdo Climático de París de 2015 que ha tenido un impacto muy favorable en este ámbito, a pesar de que la Administración Trump haya optado por abandonarlo.
El año 2016 registró ya un volumen bruto de emisiones de bonos verdes superior a los 85.000 millones de dólares, que duplicaba la cifra del año anterior. Es previsible, sin embargo, que esta cifra se quede en mantillas frente a las expectativas de esta fórmula de financiación responsable para los próximos años.
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